Día Mundial de la Tierra: Los océanos el corazón de la crisis climática

En el marco del Día Mundial de la Tierra, y cuando las aguas marinas alcanzan hoy su temperatura máxima histórica, Leonardo Vera, académico de la Escuela de Ingeniería Ambiental de la Universidad Andrés Bello, aborda la crisis oceánica como fenómeno central en la catástrofe que vive el planeta en su conjunto.

De acuerdo con las más recientes mediciones de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, la temperatura media de los mares del mundo ha batido, en abril, su récord histórico desde que se tienen registros oficiales.

Y aunque noticias como ésta pueden no sorprender ya, considerando todos los datos relativos a la crisis provocada por el cambio climático, arrojados durante las últimas décadas, sí sirven para seguir encendiendo las alarmas al respecto. Sobre todo, cuando uno de los principales índices de la catástrofe ambiental proviene de la observación que se hace de las aguas oceánicas, el componente natural que, paradójica y mayoritariamente, ocupa la superficie de un planeta que lleva el nombre Tierra.

Una temperatura promedio mundial de 21,1°C es el dato duro arrojado. A su vez, nada hasta ahora hace pensar en que este fenómeno se logre revertir en el corto y mediano plazo, más aun si ya son cuatro años consecutivos en los que se bate el negativo récord.

En ese sentido, Leonardo Vera, académico de la Escuela de Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional Andrés Bello, señala que “en un sistema complejo como los océanos, un aumento de la temperatura es catastrófico. Hay efectos ambientales negativos conocidos, como el blanqueamiento y posible muerte de los corales, la acidificación del agua de mar al absorber mayores cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera, el aumento del nivel del agua de mar por la expansión de la misma, y la alteración de los patrones climáticos a nivel global y local.

Sin embargo, puede también haber consecuencias desconocidas por nosotros hoy, sobre el ecosistema marino y las comunidades que dependen de él”.
Esta expansión térmica de las masas de agua, provocada por el aumento de las temperaturas de la atmósfera de la Tierra (alrededor del 90% del calor atrapado en la atmósfera por el efecto invernadero se absorbe por los océanos), es sin embargo uno más de varios otros fenómenos asociados a la crisis de los océanos, y por lo mismo no se le debe observar como una problemática aislada, sino como un indicador y un síntoma de las múltiples acciones que los seres humanos han llevado a cabo para el calentamiento planetario, y entre las cuales muchas se hacen visibles o patentes en el mundo marino.

Al respecto, el académico de UNAB explica que “el ecosistema de los océanos sufre actualmente un gran estés ambiental y un gran daño ecológico, del todo comparable a la deforestación de la Amazonía, o a la contaminación del aire en la mayoría de las grandes ciudades. El recurso pesquero está sobreexplotado, el agua del océano se acidifica, hay contaminación de diversos tipos, microplásticos que penetran las cadenas tróficas hasta llegar a nuestra mesa, islas de plástico que están a la deriva y no paran de crecer, se pierden los hábitats y se extinguen especies. En ese sentido, quizás convenga recordar en este Día Mundial de la Tierra que la vida viene del mar, y que depende de él para su sustentabilidad”.

Los océanos son así, espacios fundamentales en los cuales se juega el futuro del planeta, realidad que tiene directa relación con otro dato imposible de soslayar, y en el que es necesario profundizar: al estar la Tierra, en su mayoría, compuesta por masa oceánica (el 75% del total de su superficie), gran parte de su población habita en los bordes costeros, por lo cual las problemáticas descritas le afectan de forma incluso cotidiana, y le hacen vivir en permanente riesgo. “Aproximadamente, un 40% de la población mundial vive a 100 km del mar, y un 20% en ciudades costeras.

Todas ellas vulnerables a la dinámica del ecosistema oceánico. Por ejemplo, dentro de las ciudades especialmente afectadas por estos problemas ambientales hay algunas de gran tamaño e infraestructura, como Miami, Nueva York o Amsterdam, y otras mucho más vulnerables, con menor desarrollo y muy pobladas, como Dhaka (capital de Bangladesh), Lagos (capital de Nigeria) y Jakarta (capital de Indonesia). Son muchos los poblados costeros que han visto su agua salinizarse y dejar de ser potable por el aumento del nivel del mar en países de África y del Pacífico sur, entre otras zonas, y en algunos casos, el agua se ha llevado también las viviendas”, comenta Leonardo Vera.

Al mismo tiempo, y en lo relativo a las soluciones que urge impulsar, agrega que “éste es uno de los efectos visibles y alarmantes del cambio climático, por lo que urge que tomemos las medidas apropiadas a nivel personal, comunitario, nacional y mundial para detenerlo. Al mismo tiempo, debemos prevenir las catástrofes que con toda seguridad se avecinan. Sobre todo, de cara a las poblaciones más pobres y vulnerables del planeta. Muchas de ellas asentadas en las costas y con una alta dependencia del recurso marino”.

Las graves dificultades que padecen las mareas del mundo son así fenómenos que reflejan la mayor crisis climática que ha enfrentado el ser humano en toda su historia y, al mismo tiempo, causas de problemáticas con alcances sociales y culturales. Por lo mismo, seguir fijando la atención en cómo detener el daño provocado es una obligación del ser humano para su supervivencia. Por ahora, además de una toma de conciencia de ese daño, por parte de las personas, las empresas y los países, es necesario que los océanos se conviertan para todos ellos, y de forma definitiva, en uno de los focos centrales de la preocupación que los lleve a salvar la Tierra.